Diez lecciones que me ha enseñado el ministerio pastoral

 

Fue en enero de 2022 cuando el Señor, en Su soberana gracia, me llamó al ministerio pastoral. Tres años pueden parecer un corto tramo de tiempo, pero, como descubrirá cualquier pastor, los días en esta labor están cargados de desafíos, alegrías y profundas lecciones. No son solo años de servicio, sino años de formación en la escuela de Cristo. Hoy quisiera compartir contigo 10 lecciones que han moldeado mi vida y mi ministerio, esperando que también sean de edificación para tu alma.

1. La oración es indispensable

La oración no es solo una disciplina espiritual; es el oxígeno del alma del pastor. Sin oración, el ministerio se convierte en una carga insoportable. Muchas veces, la tentación es relegar la oración a los márgenes de nuestra vida, pensando que la predicación o las tareas administrativas son más urgentes. Sin embargo, en los momentos en que he descuidado la oración, el vacío espiritual ha sido evidente. Nuestro llamado es primero a estar con Dios, antes de hacer algo para Dios. Jesús nos dio ejemplo de esto, retirándose para orar en los momentos más intensos de Su ministerio (Lucas 5:16). ¿Quiénes somos nosotros para pensar que podemos prescindir de lo que era esencial para el Hijo de Dios? La oración nos recuerda que el éxito del ministerio no está en nuestras manos, sino en las Suyas.

2. Lee la Biblia para alimentarte, no solo para predicar

Es fácil caer en la trampa de leer la Biblia solo con el propósito de preparar sermones. Pero cuando hacemos esto, nuestras almas quedan hambrientas. La Palabra no es solo un instrumento para enseñar; es el alimento que sostiene nuestra vida espiritual. El ministerio pastoral puede desgastarnos, pero cuando leemos la Escritura para escuchar la voz de Dios dirigida a nosotros, encontramos fuerza renovada. Como dijo Charles Spurgeon: "Ningún hombre puede predicar mejor que lo que su propia alma ha recibido de la verdad divina". No olvidemos que, antes de ser mensajeros de la Palabra, somos receptores de ella. Debemos meditar en ella día y noche (Josué 1:8), permitiendo que nuestras vidas estén impregnadas de su poder transformador.

3. Adorar junto a la iglesia es tan importante como predicar

En algún momento, pensé que el acto de predicar era lo único crucial en el culto dominical. Pero Dios me mostró que mi corazón necesita participar en la adoración corporativa tanto como el de cualquier otro creyente. No se puede predicar efectivamente de un Dios con quien no hemos pasado tiempo en adoración. El Salmo 29:2 nos exhorta: “Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de la santidad”. Adorar con la iglesia me recuerda que soy parte del cuerpo de Cristo, y que mi ministerio fluye de un corazón que está siendo renovado constantemente en Su presencia.

4. Pedir consejería no disminuye tu llamado

El ministerio puede ser solitario, pero no tiene por qué serlo. En momentos de agotamiento, buscar consejo y apoyo ha sido un acto de humildad y gracia de Dios. Proverbios 11:14 nos dice que "en la multitud de consejeros hay seguridad". He aprendido que, al abrir mi corazón a colegas más maduros, Dios usa esas conversaciones para alentarme, corregirme y darme nueva perspectiva. No podemos llevar esta carga solos, y tampoco fuimos llamados a hacerlo.

5. Delegar es esencial

El pastor que intenta hacerlo todo termina agotado y siendo menos efectivo. Aprendí que la verdadera fortaleza no está en abarcar todo, sino en confiar en otros. La historia de Moisés, Aarón y Hur (Éxodo 17:12) me recuerda que incluso los líderes más fuertes necesitan ayuda para cumplir su llamado. Delegar no es abdicar de nuestras responsabilidades, sino reconocer que el ministerio es una obra de cuerpo, donde cada miembro tiene un papel vital. Esto requiere humildad y confianza, pero los frutos son inmensos.

6. Cuidado con la traición

En el ministerio, enfrentar la traición no es una posibilidad, sino una certeza. Habrá quienes prometan lealtad y no la cumplan. Estas experiencias son dolorosas, pero me han enseñado a depender únicamente de la fidelidad de Dios. Jesús mismo fue traicionado, no solo por Judas, sino también por Pedro y otros discípulos que huyeron en su hora de mayor necesidad. Sin embargo, Él no guardó amargura, sino que se entregó confiadamente a Aquel que juzga con justicia (1 Pedro 2:23). La traición nos purifica, nos hace más como Cristo y nos enseña que nuestra identidad no está en lo que otros piensen o hagan, sino en lo que Dios ha hecho en nosotros.

7. Estudia teología

La profundidad de nuestras enseñanzas nunca será mayor que la profundidad de nuestro conocimiento de Dios. Martyn Lloyd-Jones dijo: "Un predicador no debe ser un hombre ordinario. Él debe ser un hombre que vive en las alturas". Estudiar teología no es un lujo; es una necesidad. Somos llamados a manejar con precisión la Palabra de verdad (2 Timoteo 2:15). Esto requiere esfuerzo, disciplina y humildad, pero la recompensa es un ministerio arraigado en la verdad que transforma vidas.

8. El Espíritu Santo hará lo que tú no puedes

He tenido domingos donde llegué al púlpito completamente agotado, sintiéndome inadecuado y vacío. Pero en esos momentos, he visto al Espíritu Santo moverse de formas que no puedo explicar. Esto me ha recordado que no soy yo quien cambia corazones, sino Dios. Somos solo vasos frágiles, y esto es intencional: “Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros” (2 Corintios 4:7). Mi debilidad es el lugar perfecto para que Dios muestre Su poder, porque el Espíritu Santo no necesita mis fuerzas, solo mi dispocisión, El Dr Othoniel Rios Paredes decía que Dios no necesita aptos, sino gente dispuesta para después hacerlos aptos.

9. Presta atención al equipo de adoración

A menudo, asumimos que el equipo de adoración está bien porque siempre hay música. Pero he aprendido que ellos también necesitan cuidado pastoral. Son precursores en el culto y, como tales, enfrentan sus propias luchas espirituales. Al caminar junto a ellos, orar con ellos y guiarlos, he visto cómo Dios profundiza su ministerio y fortalece la unidad de la iglesia.

10. El reconocimiento humano no define tu llamado

Quizá esta ha sido una de las lecciones más difíciles. Comencé el ministerio a los 24 años, y no todos tomaron en serio mi llamado. Algunos se fueron, y otros dudaron de mi capacidad. Pero Dios me ha enseñado que mi valor no está en la aprobación humana, sino en Su llamado. Fiel es el que me llamó, y Él cumplirá su propósito en mí (1 Tesalonicenses 5:24). El ministerio no es sobre nosotros; es sobre Cristo. Cuando esto se convierte en nuestra visión, encontramos descanso y confianza.

En estos tres años he aprendido mucho, y sé que todavía tengo mucho por aprender. Pero lo que más me llena de esperanza es saber que no camino solo. Es Dios quien me llamó, quien me sostiene y quien me llevará hasta el final.

Comentarios

  1. Es muy ilustrativo las vivencias de los siervos del Señor, ya que nos permite reflexionar sobre aquello qué necesitamos, y complementar con las vivencias propias, para continuar la labor qué sé nos ha encomendado, aun en la soledad de los pastores, Dios se manifiesta de muchas formas, pero siempre en favor de los que le adoran y le sirven

    ResponderBorrar
  2. Hermano, DIOS te siga llevando de gloria en gloria.
    Tienes un gran ejemplo en tus padres. Oraremos. Dios contigo y en ti

    ResponderBorrar
  3. Mayores cosas harán en Mi Nombre, Jesús.
    Te bendigo, te agradezco, te honro.

    ResponderBorrar
  4. Grande y bueno es DIOS ya que el hombre ve la apariencia como lo comentaste pero DIOS ve el corazón y disposición. Te felicito y toma la palabra como un rema para tu vida Josué 1:9. DIOS te Bendiga y acampe al rededor de tu y tu ministerio.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Ocupándose de la salvación con temor y temblor: Entre la santidad y la perseverancia

Teólogos que todo estudiante serio debería de leer